Solución
Donald G. Dutton, de la Universidad de Columbia Británica, y Arthur P. Aron realizaron el estudio ‘Some Evidence for Heightened Sexual Attraction under Conditions of High Anxiety’ (noviembre 1974, Journal of Personality and Social Psychology, 30(4):510-7), en el que una chica atractiva preguntaba a hombres de entre 18 y 35 años que no estaban acompañados por una mujer, si podían ayudarles con un cuestionario para un proyecto de clase. A los que completaban el test la entrevistadora les daba su número de teléfono y les invitaba a llamarla si querían conocer más detalles sobre el experimento.
El experimento se desarrolló en dos ubicaciones:
- Puente peligroso: se escogió el puente colgante de Capilano en Vancouver, de 1,5 metros de ancho y 137 metros de largo, de tablas de madera, con tendencia a tambalearse y a 70 metros de altura de un río con rápidos y rocas.
- Puente seguro: puente de madera maciza a sólo 3 metros por encima de un pequeño riachuelo poco profundo, que no se inclinaba ni se balanceaba.
Sólo el 12,5% de los hombres que pasaron por el puente seguro llamaron, mientras que el 44,4% de los que pasaron por el puente peligroso llamaron a la chica, lo que indica una relación entre la emoción y la atracción sexual. Como indica José Ramón Alonso Peña en su libro ‘El cerebro enamorado’: “La explicación es que el cerebro mezcla o confunde la excitación por el miedo con la excitación por otra persona. De ahí la afición de las parejas jóvenes por visitar un parque de atracciones o por practicar juntos deportes de riesgo”.
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